Cuando un paciente acude al médico porque siente molestias gástricas no siempre sabe cuál es el origen de las mismas. A veces, puede tener una sospecha de intolerancia, pero otras veces puede acudir quejándose de malas digestiones y de molestias en la tripa sin más.
El médico puede sospechar de una intolerancia y descargar o confirmar esta sospecha con un simple test de intolerancias alimentarias, en el cuál el paciente responderá a una serie de preguntas sobre sus hábitos en alimentación y cómo son sus malestares digestivos.
No hay una prueba tipo, pero cualquier médico de familia está capacitado para hacer las preguntas pertinentes y valorar las posibilidades de que haya un problema.
Pruebas médicas para saber si padeces intolerancias
Si el test indica que se puede sufrir una intolerancia l,o normal es que el médico derive al paciente para que le realicen las pruebas necesarias. Algunos médicos son reacios a llevar a cabo algunas pruebas e invitan al paciente a que, simplemente, deje de comer aquello que le sienta mal.
Pero esto no es la solución, porque cuando se sufre una intolerancia lo normal es tener la flora intestinal dañada y que todo siente mal. Esto llevaría a que el paciente acabara limitando demasiado su dieta sin necesidad.
¿Hay otra opción para averiguarlo?
Lo cierto es que hay una opción rápida, que tal vez no te diga con una seguridad del cien por cien si tienes o no una intolerancia, pero que puede ayudarte a averiguarlo con bastante certeza.
Se trata de realizar una dieta estricta en la que se eliminan por completo los lácteos, el gluten, la fructosa y también en la medida de lo posible todo alimento que no sea natural. Es decir, se borrarían de la lista de la compra los alimentos procesados, los edulcorantes químicos y aquellos productos que tengan en su lista de ingredientes conservantes y colorantes artificiales.
Se lleva a cabo esta dieta durante al menos un mes, a la vez que se toman probióticos y prebióticos para regenerar la flora intestinal. Tras esta experiencia se pueden reintroducir los alimentos de manera gradual, primero los lácteos, por ejemplo, y ver cómo van sentando. Si se toleran pequeñas cantidades se pueden aumentar poco a poco y, una vez reintroducido un alimento, se pasa al siguiente, el gluten. Y, por último, la fructosa.
Si alguno de estos alimentos nos sienta mal y nos produce de nuevo una reacción negativa, estaremos seguramente ante una intolerancia.